Por Feliciano Padilla
La narrativa ocupa en este momento un lugar de privilegio entre los lectores, críticos y literatos en general. A pesar de que hace muchos años se presagió el final de la novela y la ascensión del cuento en su lugar, el sino del siglo XXI estará profundamente marcado por la narrativa en sus diferentes expresiones: la novela, noveleta, relato, cuento y otras variaciones que se puedan hacer derivar de éstos. Nos interesa relevar la importancia de la novela y el cuento, dos géneros en boga. Ambos tienen una existencia muy antigua. La novela, se dice, que es una derivación de la epopeya: La canción de Rolando, El cantar de los Nibelungos, La Odisea o El poema de Mío Cid, son sus antecesores más inmediatos. No obstante, culturas más remotas nos muestran especímenes dignos de ser mencionados: La cultura hebrea, novelas como El libro de Rut, El libro de Ester o El libro de Judit y, la hindú, El Ramayana, El Mahabarata, etc. El cuento, por su parte, es aún más antiguo que la novela. Junto con el mito y las leyendas, viene de la edad primera del hombre, en la que se utilizó para sistematizar su concepción del mundo, los conocimientos, y los valores y pautas de conducta reverenciados como buenos en la sociedad. China e India, que son los pueblos más antiguos de la humanidad, exhiben una recopilación escrita asombrosa de cuentos. La cultura peruana, cuya fase de esplendor, fue la sociedad incásica, es igualmente rica en narrativa breve oral. Nuestras comunidades indígenas practicaron el cuento desde sus ancestros, y lo seguirán haciendo bajo otras formas, matices o fines.
Uno de los aspectos que permitió a la narrativa ocupar un puesto de privilegio en la literatura, ha sido la utilización de los recursos literarios, lo cual ha revolucionado tanto el género de la novela como el cuento. En la novela, esta revolución parte de “El Quijote” y continúa con Madame Bovary, El difunto Matías Pascal, Crimen y castigo, La metamorfosis, Ulissys, Los dublinenses, En busca del tiempo perdido, El lobo estepario, Demián, El sonido y la furia, Luz de agosto, El viejo y el mar, Por quién doblan las campanas, La perla, Cien años de soledad, Hombres de maíz, La guerra del fin del mundo, La violencia del tiempo, etc., que se consideran modélicos para los estudiosos, aun cuando los literatos prefieran la libertad creadora frente a los paradigmas. En cambio, el cuento-relato o el cuento-cuento, hizo alarde de recursos técnicos desde “Las mil y una noches”, “El Conde Lucanor” y “Cuentos del Decamerón”, hasta que apareció la figura excelsa de Anton Chejov, maestro del cuento para todos los tiempos, por haberle otorgado carta de ciudadanía mundial. Más tarde, Rudyard Kipling, Allan Poe y Guy de Maupassant trabajarán por darle más categoría, y lo lograrán con creces. En América latina, el cuento se enseñoreará en la pluma de Juan Rulfo, Julio Cortázar, Jorge Luis Borges, Juan Carlos Onetti, Julio Ramón Ribeyro, etc.
Nadie afirma que el uso de los recursos literarios o técnicas lo sea todo en narrativa, puesto que éstos se mueven solamente dentro del aparato formal. La calidad de la narrativa depende de la concepción que el autor tenga de ésta, de su propia madurez, profundidad, autenticidad, elección del tema y manejo del lenguaje; sin embargo, no puede negarse que el uso de las técnicas o recursos, la ha convertido en más atractiva y más artística. Aparte de los recursos lingüísticos—desde el uso de una simple coma hasta la elección de la palabra precisa para el sitio exacto, o el uso del lenguaje figurado—se suelen mencionar las técnicas de los planos del narrador y de la composición. Por ahora, dejaremos de lado los recursps lingüísticos.
Desde la perspectiva del narrador tenemos al NARRADOR-PERSONAJE, oferente del discurso narrativo en primera persona, tal como puede verificarse en “Yo salvé a Samuel” de Carlos Eduardo Zavaleta, uno de los primeros innovadores de la narrativa en el Perú...leamos: “Todavía debo seguir aguardando el frío, la soledad de la noche en este pueblo ajeno, la torpeza de enhebrar un largo discurso lleno de sabios consejos que no me salen. Sí, es un niño y Melva una loba, con dos o tres amantes en su vida...”. Mencionamos, también al NARRADOR-TESTIGO, quien, generalmente, asume la segunda persona en el discurso narrativo, sigue al personaje sin darle tregua así éste se aventure y se pierda en los recovecos del infierno. Esta técnica puede constatarse en “Sombra por castigo real” de Enrique Rosas Paravicino: “Tú estás en el Ñakarispa Samay, el tiempo de la dolorosa agonía. Clarito ves la plaza de Pampamarca. Cielo de gaviotas arriba y cuadrilla de bailarines abajo. Entonces tienes cinco años y estás sobre el caballo, en brazos de tu padre...”. En tercer lugar, citamos al NARRADOR OMNISCIENTE, el Dios que lo crea todo: personajes, espacio, tiempo, y los manipula según sus propósitos. A este narrador se le siente en todo el texto, pero no se le ve. Asume la tercera persona del discurso narrativo, así se puede advertir en “Quiero bajarme de la tierra” de Jorge Flórez Aybar: “...un día apareció en una de las paredes una mujer desnuda muy bien dibujada. Montalvo le hizo un punto en el sexo; vino otro, con su navaja hizo un hueco hasta que desapareció totalmente el sexo de la mujer; mis compañeros, por costumbre, todos los días y a cada rato, iban agrandando cada vez más el hoyo hasta traspasar la pared; desde esa vez, a través del hoyo nos dábamos la mano con los compañeros del 4to Año”. Seguidamente mencionamos al NARRADOR OCULTO; en este caso, el narrador autor crea a otro u otros narradores para que relaten la historia o parte de la historia. Es el caso de “Montacerdos” de Crónwell Jara que, como cuentista, es la revelación latinoamericana más importante de la década del 80. En “Montacerdos”, así como en la novela “Patíbulo para un caballo”, Jara Jiménez crea a Maruja, un personaje sumamente humano, quien, en un lenguaje tierno, narra una cadena de acontecimientos degradantes, aterradores y nauseabundos del barrio del mismo nombre, donde Yococo y la mamá Griselda, y la misma Maruja y demás protagonistas, nos llaman la atención acerca de la realidad que viven los “Zorros de arriba” en los cinturones de miseria de la Gran Lima y, motivan un dolor profundo y una solidaridad a toda prueba en nuestro corazón. Agregamos aquí EL MONÓLOGO INTERIOR Y EL TORRENTE DE CONCIENCIA, que aunque diferentes, son discursos emitidos por algún personaje para que los conozca solamente el lector, pero no los otros personajes involucrados en la acción. Formalmente se les suele entrecomillar para diferenciarlos de los discursos reales. Es lo que dice un personaje para introducirnos dentro de su propia vida interior sin que el autor intervenga con explicaciones o comentarios. El monólogo interior llega a expresar la subconciencia o inconciencia de los personajes.
Por eso, eran textos total o parcialmente inarticulados, sin signos de puntuación, aunque últimamente se usa tales marcas de pausa para facilitar la comprensión de la lectura. El primero en utilizar esta técnica fue el francés Edouard Dujardin en su novela “Les Lauries sont coupés”; pero, quien lo hizo magistralmente fue James Joyce en “Ulissys”. Hay que distinguir monólogos interiores directos e indirectos. Los directos usan la primera persona y dan lugar, a veces, a discursos muy hermosos, y otras, a enunciados incoherentes, pero sin llegar al dislate; en cambio, los indirectos usan la segunda y tercera persona. El torrente de conciencia, por su parte, se configura a través de un discurso más racional: utiliza el soliloquio como instrumento para describir la conciencia. Virginia Woolf y Joseph Conrad han combinado genialmente monólogos interiores y torrentes de conciencia. Desafortunadamente, el uso de los monólogos interiores entre los narradores noveles ha llegado al abuso, motivo por el cual no goza de la preferencia que antes se le dispensaba en el país.
Desde el punto de vista del plano de la composición, tenemos EL FLASH BACK, tan relacionado con el trabajo de estructuras. Consiste en comenzar por el final. Tenemos el caso de “El hablador” de Mario Vargas Llosa. Allí el autor, que es narrador-personaje, empieza por el final en una galería de Firenze (Italia), donde una extraña fotografía aguijonea su curiosidad: hombres y mujeres de diferente edad están sentados formando un círculo, con los pies cruzados, a la manera de los machiguengas, y al centro, un hombre les habla en medio de un paisaje sugestivo. Esto le recuerda su estada en la selva peruana y la historia de Mascarita como el “hablador”, una persona que conserva la memoria colectiva de sus etnias y cuya misión es viajar de comunidad en comunidad y fortalecer con sus relatos de mitos, tradiciones, costumbres y religión, al amparo de la ceremonia del hablador, la identidad cultural. El final de la novela ubica al narrador otra vez en Firenze donde termina de reconocer aquella fotografía como perteneciente a los machiguengas. Otra técnica muy apreciada es la de LOS VASOS COMUNICANTES que consiste en utilizar diferentes espacios y personajes con temas que aparentemente no tienen relación. Por medio de argucias narrativas las historias se van articulando para formar la unidad textual. Esto también se conoce con el nombre de narración en varios planos. Tal vez sirva aludir a “El amor en tiempos del cólera” de Gabriel García Márquez: El capítulo I trata de la vida y pasión de Juvenal Urbino y Fermina Daza, una pareja feliz de viejos esposos. El capítulo II, de la vida de Fermina Daza, de su adolescencia, sus amores, etc. Los siguientes capítulos, de Florentino Ariza: su adolescencia, su suerte de enamorado sin fortuna, y la de otros personajes. Poco a poco las acciones y secuencias se interrelacionan para formar una unidad temática y estructural. Termina la obra fundiendo las vidas de los ancianos Fermina Daza y Florentino Ariza dentro de un barco que surca el Magdalena en una travesía sin fin, lo cual obliga a que el capitán del “NUEVA FELICIDAD” les espete en la cara un airado reclamo: ¿Y hasta cuándo creen Uds. que podemos seguir en este ir y venir del carajo? La respuesta no se dejó esperar:¡Toda la vida! Y, nadie podía acercárseles, y probablemente, hasta ahora, nadie aúm se les acerque, porque la nave llevaba la bandera de los barcos infestados de cólera. Citamos, también, EL RACONTO, que consiste en crear una historia por asociación de ideas, a través de la rememoración. Generalmente, da lugar a las narraciones paralelas, gracias al torrente de conciencia. Al final, esta “otra historia” viene a ser parte de la historia principal. Tal técnica puede observarse en “La extraña muerte de un candidato”. Cito este cuento mío por razones didácticas: como es conocido por los estudiantes de Literatura de la Universidad Nacional del Altiplano—a cuyo pedido escribo este artículo--, me sirve para ejemplificar de manera clara: Un plano alude a la historia del misterioso asesinato del político Javier Alaín Barrales y, el otro, a un triángulo amoroso entre dicho político, el pintor Pedro Gómez y la modelo Luisa Potién. Al final, las dos historias se unen y forman una sola. Otra técnica conocida es LA ESTRUCTURA CIRCULAR, en la que el flash back da origen a este tipo de composición: Comienza por el final, describe un círculo y vuelve otra vez al final. Esto no es nuevo, sin embargo. “La Odisea” comienza con la presencia de Telémaco buscando a su padre, que ha veinte años no retorna a Itaca; los siguientes capítulos hacen alusión a las aventuras que se suscitan por voluntad de los Dioses y del hado en aquellas dos décadas; finalmente, la obra termina con el encuentro feliz de Ulises, Penólepe y Telémaco en la isla de Itaca. Existe OTRA ESTRUCTURA CIRCULAR que sí es técnica contemporánea: Muchas historias relatadas por varios narradores, entre ellos por el propio autor, se tejen en torno a una sola historia central. Podemos constatarla en “La ciudad y los perros: las historias de Jaguar, Cava, Alberto el Poeta, del Esclavo Arana, Gamboa, etc., aparte del propio autor, forman una sola unidad temática. En las últimas décadas se habla de LAS CAJAS CHINAS, recurso narrativo que permite a un cuento esconder a otro o más relatos dentro de sí; se asemeja, en efecto, a las cajitas chinas, en las que, al abrir una, descubrimos otra más pequeña y, al abrir ésta a otra aún más chica, y así sucesivamente. “La última mudanza de Felipe Carrillo” de Bryce Echenique utiliza las cajas chinas aparte de otras que, al final, opacan la primera. Igualmente es interesante la técnica ALETA DE TIBURÓN que consiste en esconder hasta el final lo esencial del personaje central o la trama del texto, aun cuando el autor los haya presentado desde la primera línea o párrafo. Esto sucede, por ejemplo con “El desafío” de Vargas Llosa, donde la relación entre Justo y Leonidas, el Viejo, miembros de la “collera”, se aclara recién en el último párrafo, por mediación de otro pandillero. Se trata de un duelo a chaveta entre Justo y el Cojo, dos jefes de grupos rivales que se disputan la hegemonía de un barrio piurano. La pelea se realiza en la Balsa, un lugar estratégico de aquella ciudad norteña. Ambos contrincantes asisten acompañados de sus camaradas. El combate es sangriento. Desgraciadamente, Justo cae moribundo, razón por la que lo llevan sus compañeros en una especie de camilla. Recién en aquel momento le dicen a Leonidas que su hijo Justo había combatido con valentía, que no debía ponerse triste por la derrota, y así, se resuelve el enigma generador de tanta tensión en el relato. Igual recurso constatamos en “El regreso”, hermosísimo cuento de Miguel Arribasplata, donde la personalidad de Doroteo es escondida hasta el fin; como resultado de este genial artificio, el interlocutor que parecía ser el pollino o su propia conciencia es el difunto Doroteo y los diálogos resultan siendo monólogos silentes. De esta manera, Arribasplata, en el desenlace del cuento, nos muestra el cuerpo del tiburón, cuyas aletas habíamos advertido desde el principio.
El propósito de esta nota es ayudar al lector y al gustador de literatura, a desentrañar los juegos espirituales planteados en la obra por el autor. Los recursos y técnicas no tienen sino este propósito. A fin de cuentas, la lectura literaria es un ejercicio espiritual que permite un contacto estético entre los lectores y el autor. Eso lo perciben nuestros escritores. Por eso los alienta el deseo de buscar lectores “machos”, o sea gustadores de literatura que intervengan activamente en la configuración de la estructura, y hasta en la selección del final. Esto, contrariamente a lo que se prefería antes: lectores “hembras”, puramente receptivos, como gustaba explicarnos Julio Cortázar. Por tanto, anímese, señor, a leer narrativa contemporánea. No es obligatorio que su profesión esté relacionada con las letras o las carreras humanísticas. Los Estados Unidos, un país que ha desarrollado enormemente su ciencia y tecnología, cuenta con un mercado anual de veinte millones de lectores de literatura, entre los cuales se encuentran, constituyendo buen porcentaje, estudiantes y profesionales de carreras netamente técnicas. En Europa, Canadá y USA, tampoco contraponen la ciencia y la tecnología al arte y la literatura, como suelen hacer ciertos “profesionales técnicos” en Puno, que farfullan por ignorancia:¡Para qué sirve la literatura! Pues, desconocen que allá han elevado hasta lo inimaginable su industria y tecnología, pero no se hacen problemas para exhibir los más grandes narradores y poetas del planeta; es que saben que la literatura es capaz de revocar el proceso de deshumanización y robotización que vive el mundo moderno...de devolverles espiritualidad, calidad de personas, en todo el sentido de la palabra. Entonces: ¡Bienvenido si se anima a ingresar al maravilloso mundo de la literatura!
miércoles, 16 de septiembre de 2009
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