Por Feliciano Padilla
En mayo del presente año terminó de publicarse el libro “Entre lo real e imaginario: una lectura lacaniana del discurso indigenista”, de Dorian Espezúa Salmón, por medio de la Editorial Universitaria de la Universidad Nacional Federico Villarreal, en mérito a que fuera premio nacional de ensayo 1999 de un concurso convocado por aquella Casa de Estudios Superiores.
El libro contiene 7 capítulos y un epílogo, además de una introducción muy esclarecedora y algunos comentarios de intelectuales peruanos en las primeras hojas.
En el primer capítulo nos presenta todo el aparato formal de su metodología de trabajo y nos hace conocer en qué consiste una interpretación psicoanalítica del discurso. En tal sentido, afirma que utilizó la teoría psicoanalítica de Jacques Lacan, que parte de los postulados de S. Freud; pero, que no es freudiano solamente, sino que integra los postulados lingüísticos de Ferdinand de Saussure en lo referente a la dicotomía significante/significado; los aportes de Levi-Strauss en lo que tiene que ver con la interpretación de textos y, particularmente, de los mitos y; de la filosofía del lenguaje y de la crítica postmoderna que han acuñado diversos conceptos y categorías como otredad, alteridad, aculturación o interculturalidad. La clave para comprender el libro es sumergirse adecuadamente en la explicación de la estrategia metodológica. Y esto consiste en lo siguiente: El significado del signo (morfema, monema o palabra) se relativiza a tal extremo que sólo adquiere significación en el acto del habla. Esto ya lo había explicado Luis Hernán Ramírez en su libro “Estructura y funcionamiento del lenguaje”, quien nos decía que las palabras suministradas por la lengua son elementos virtuales de las cosas y sólo adquieren plenitud significativa y su sentido real dentro del enunciado o discurso. “Se actualiza sólo un concepto virtual de la cosa. La actualización comprende todas aquellas operaciones que se cumplen para decir algo acerca de algo con los signos de la lengua, o sea para dirigir hacia la realidad concreta un signo virtual de la lengua” (RAMÍREZ. L.H.;1982:85).
Esto quiere decir que todo es discurso, el mismo que se configura como un continuo fluir de significantes que nunca podrán significar lo real y que más bien nos remiten a la realidad. Entre lo real y la realidad hay una gran distancia, en tanto la realidad es la representación de lo real a través del signo o del conjunto de ellos que es el discurso. El método lacaniano no niega la existencia de lo real, sino que sólo remarca que es inasible, incapturable e inabarcable. El productor del discurso nunca llega a decirnos qué es o cómo es lo real, sino, solamente, cómo es la realidad; vale decir, cómo es la representación de lo real. El método lacaniano establece tres registros del discurso: un registro real irrepresentable, inaccesible; un registro simbólico como representación hecha por medio del lenguaje y la dimensión de la cultura y; un registro imaginario donde están atrapadas las imágenes que el productor del discurso hace de sí mismo o de los sujetos a quienes cree representar.
En el capítulo II, Dorian Espezúa aplica el registro de lo real para analizar el discurso indigenista que, desde diversas ópticas, se viene elaborando a través de diferentes discursos producidos desde la época colonial hasta nuestros días, de tal manera que el indigenismo viene a ser algo así como un meta-discurso constituido por componentes tan diversos, distintos y, a veces, contrapuestos. El referente del indigenismo ha sido el indio que tuvo y tiene una existencia real; pero ocurre que lo real es demasiado heterogéneo, amplio y complejo para ser capturado por un discurso. Por lo tanto, en todo este prolongado período de siglos sólo ha sido posible captar un aspecto reducido y diverso de la realidad; pero, de ninguna manera, de lo real. En otras palabras el hombre (indigenista) interpreta lo real a través del lenguaje y, por tanto, lo que transmite no es lo real sino la realidad. La realidad es una construcción elaborada exclusivamente por medio del lenguaje. Por esta razón, el indio presentado por el discurso indigenista es una invención del lenguaje, es un producto del discurso enunciado por alguien que no es indio y que en un afán reivindicador pretende representar la voz y el alma del indio, que necesariamente se constituye en “otro”, en relación al productor del discurso.
El capítulo III aborda el registro de lo simbólico del discurso indigenista. La simbolización es la representación de lo real (el indio) a través de la palabra. Pero, Espezúa se pregunta ¿Quién es el productor del discurso indigenista? Es decir, ¿quiénes son los que simbolizan lo real a través del lenguaje? A fin de cuentas, el discurso indigenista es enunciado por alguien o algunos que no son indios (obviamente indigenistas); para que el indio que es el “otro” crea que es su propia voz y su propia alma y para que el “OTRO”, que es el poseedor de la verdad y el poder (la crítica literaria) lo reconozca como portador de la esencia del indio. Sin embargo, como cada discurso parcial acerca del indio depende de la actitud, de la cultura y la dimensión ideológica del enunciador, nunca puede saberse de modo adsoluto cuál discurso es verdadero o se acerca más a lo real, siendo que no han sido pronunciados por los propios indios. El indigenista es sin lugar a dudas un mestizo o criollo que mira lo indio desde diversas perspectivas; es un sujeto culturalmente occidentalizado o por lo menos transculturizado. No debe discutirse, por tanto si un discurso es verdadero o no, porque no está reflejando lo real, ya que la verdad y la falsedad son cualidades de la realidad y no de lo real. Pero, es indudable que el discurso indigenista busca el reconocimiento de valores negados (identidad) por la cultura occidental. Pero, el problema de la identidad corresponde a aquellos que no tienen identidad; no es un problema de los que saben qué son. Por tanto, el indigenismo vendría a ser una impostura; es más, una suplantación y apoderamiento de lo que corresponde “al otro” que es el indio.
El capítulo IV aborda el registro de lo imaginario en el discurso indigenista, que está constituido por la imagen que el indigenista ha creado acerca del sujeto de la enunciación que es el indio. Lo imaginario responde a una identificación ideal, por lo que el indio de los indigenistas es una imagen virtual de aquél. El indigenista se identifica con la imagen ideal del indio en tanto es diferente a él y asume su expresión en la medida en que no puede expresarse como él. En conclusión es el indio lo que les falta a los indigenistas, o por lo menos a una gran mayoría de indigenistas. Vale decir, les falta el manejo de su cosmovisión, de su aparato simbólico, de su concepción de lo real, de su “otro” cultural. No nos olvidemos que cada cultura construye una forma de racionalidad, es decir, una forma de conceptuar el mundo y de representarlo a través de su lengua. Cada lengua construye el mundo, la realidad, de acuerdo a su propia idiosincrasia; por tanto pretender captar la realidad con otra lengua es una empresa imposible. Siempre habrá distorsiones, desviaciones y descarríos, como ha sucedido con el discurso indigenista. Por eso, la expresión del alma y la voz del indio debe hacerse a través de su propia lengua.
CAPÍTULO V: ANÁLISIS DE HUK DUKTURKUNAMAN QAYAY O “LLAMADO A ALGUNOS DOCTORES” de José María Arguedas:
Arguedas, por las circunstancias especiales de su niñez y de su vida trágica, está considerado por la crítica, como el escritor que mejor refleja el mundo andino. En su poesía sintió la necesidad de expresar en quechua aquello que no tenía referentes en occidente, por una necesidad de ser un indio con su propia lengua y no un indio que se exprese en castellano. No se olvide que toda su poesía, primero la escribió en la lengua que controlaba mejor, el quechua y; luego la tradujo al español. Si bien es cierto que mucha de su narrativa la escribió en castellano no se ignora los enormes conflictos que tuvo con el lenguaje para adecuar el castellano a lo suyo. Arguedas, en el análisis de Espezúa aparece como un escritor atrapado entre dos lenguas y dos culturas que configuran dos formas de pensar y de vivir. Él no era indio, pero había logrado la aceptación de representatividad de parte de este sector de la población peruana. Para coronar su obra necesitaba ser reconocido por la crítica como el escritor que representaba a los nuevos indios; no a la imagen virtual que los indigenistas anteriores habían logrado presentar, sino a una realidad distinta, cambiante, transformada en un proceso de quinientos años. En efecto, fue reconocido como padre de los nuevos indios; fue y es un patriarca que profetiza que la única salida para el indio como esencia de la nación es el mestizaje racial, étnico, cultural y lingüístico. Por eso en el poema “Llamado a algunos doctores”, que es un anatema contra el discurso universitario, contra el discurso académico que supuestamente es poseedor de la verdad y el poder, plantea una demanda de reconocimiento, un llamado de atención a la miopía de los “doctores”, que pudiendo, no quieren ver las virtudes de la sabiduría indígena. En el mismo poema escrito en quechua y traducido al castellano, se puede advertir su tesis respecto al futuro de “lo indio” como un proceso de articulación de elementos culturales en conflicto; vale decir, el mestizaje.
CAPÍTULO VI: ANÁLISIS DEL POEMA EE de EFRAÍN MIRANDA.
De acuerdo al análisis que realiza Dorian Espezúa, en este poema se observa que Efraín Miranda es un indigenista mestizo cultural, racial y étnico, que reclama ser el “otro”, vale decir, un indio. Sin embargo escribe en un castellano estándar y definitivamente castizo; quiere decir esto que se apropia de la letra para plasmar un discurso aparentemente indígena. Miranda parece decirnos que el único capaz de expresar lo indígena es él y, para este reconocimiento apela a la Madretierra; pero, Espezúa plantea dos preguntas ¿Por qué Miranda demanda el reconocimiento como indio? ¿No es suficiente saberse indio? En el poema aludido, no acepta que lo llamen cholo, o sea, no acepta que lo llamen mestizo. Siendo él mismo un mestizo, recusa el mestizaje y cree más bien en la pureza del indio. Por tanto es productor de un discurso indigenista racista y reduccionista en tanto margina al elemento occidental a pesar de utilizar el lenguaje del “otro”. El discurso mirandiano es una impostura en relación al indio, porque tiene este carácter suplantador y, se configura como una identificación con la imagen virtual de lo real: el indio. Pero, otra cosa es el gran valor de su actitud como mestizo hacia lo indio, que Espezúa meritúa y que nadie puede negarlo. Y es en esta dimensión que queremos y apreciamos a Efraín Miranda. Al indio no le es desfavorable tener amigos entre los mestizos o entre los que son de la cultura criollo-occidental.
CAPÍTULO VII: ANÁLISIS DE “HOMILÍA DEL QORI CHALLWA” DE GAMALIEL CHURATA.
La posición de Churata es parecida a la de Arguedas, en la medida en que ambos reconocen el surgimiento de una nueva cultura amalgamadora de lo indio y de lo occidental. Churata sostenía que la literatura india debía escribirse en indio kuiko, lo cual significaría tres posibilidades: 1)Escribir en idioma quechua o aymara; 2) escribir en castellano híbrido o castellano andino; 3) escribir en castellano, quechua, aymara, latín, etc, para reflejar el carácter multicultural y plurilingüe del país. El discurso indígena tiene que hacerse en indio, pero, como no existe este discurso todavía queda en la oralidad. En el fondo Churata es un escritor indigenista que reclama una literatura indígena a partir del uso de la lengua nativa. Es un indigenista que rechaza el discurso de los indigenistas incluyendo el suyo, por no usar la lengua y la cultura de los indios. Nunca se reclamó indio y, más bien, tuvo la honestidad de llamarse sólo indigenista.
Como verá el lector, Dorian Espezúa nos proporciona nuevas luces para hurgar en el indigenismo y, más aún, en el discurso indigenista que no ha muerto y que, por el contrario, existirá mientras exista un rastro o vestigio que se conecte con lo indio. Por otra parte, el propósito de este ensayo no es establecer ninguna verdad como cierta, sino simplemente sugerir posibles sentidos y acercamientos al registro de lo real: el indio, que como se ha dicho es inexpresable, inasible, inabarcable, en tanto el discurso sólo puede atrapar parcialmente la realidad.
Al final de su trabajo Espezúa se plantea una pregunta ¿por qué buscamos un indio? Las respuestas pueden ser variadas y quizá hasta contradictorias. Yo contesto con una metáfora: Porque somos como un árbol grande y frondoso que necesita raíces fuertes para tomar los nutrientes que nos brinda la Madre Tierra. Algo más: Aun sabiendo que somos una sociedad mestiza o andina, buscamos un indio porque tenemos la seguridad de que él es el elemento ideal y simbólico sobre el cual se está construyendo la nación y el sentimiento de la nacionalidad.
Puno, noviembre del 2000.
En mayo del presente año terminó de publicarse el libro “Entre lo real e imaginario: una lectura lacaniana del discurso indigenista”, de Dorian Espezúa Salmón, por medio de la Editorial Universitaria de la Universidad Nacional Federico Villarreal, en mérito a que fuera premio nacional de ensayo 1999 de un concurso convocado por aquella Casa de Estudios Superiores.
El libro contiene 7 capítulos y un epílogo, además de una introducción muy esclarecedora y algunos comentarios de intelectuales peruanos en las primeras hojas.
En el primer capítulo nos presenta todo el aparato formal de su metodología de trabajo y nos hace conocer en qué consiste una interpretación psicoanalítica del discurso. En tal sentido, afirma que utilizó la teoría psicoanalítica de Jacques Lacan, que parte de los postulados de S. Freud; pero, que no es freudiano solamente, sino que integra los postulados lingüísticos de Ferdinand de Saussure en lo referente a la dicotomía significante/significado; los aportes de Levi-Strauss en lo que tiene que ver con la interpretación de textos y, particularmente, de los mitos y; de la filosofía del lenguaje y de la crítica postmoderna que han acuñado diversos conceptos y categorías como otredad, alteridad, aculturación o interculturalidad. La clave para comprender el libro es sumergirse adecuadamente en la explicación de la estrategia metodológica. Y esto consiste en lo siguiente: El significado del signo (morfema, monema o palabra) se relativiza a tal extremo que sólo adquiere significación en el acto del habla. Esto ya lo había explicado Luis Hernán Ramírez en su libro “Estructura y funcionamiento del lenguaje”, quien nos decía que las palabras suministradas por la lengua son elementos virtuales de las cosas y sólo adquieren plenitud significativa y su sentido real dentro del enunciado o discurso. “Se actualiza sólo un concepto virtual de la cosa. La actualización comprende todas aquellas operaciones que se cumplen para decir algo acerca de algo con los signos de la lengua, o sea para dirigir hacia la realidad concreta un signo virtual de la lengua” (RAMÍREZ. L.H.;1982:85).
Esto quiere decir que todo es discurso, el mismo que se configura como un continuo fluir de significantes que nunca podrán significar lo real y que más bien nos remiten a la realidad. Entre lo real y la realidad hay una gran distancia, en tanto la realidad es la representación de lo real a través del signo o del conjunto de ellos que es el discurso. El método lacaniano no niega la existencia de lo real, sino que sólo remarca que es inasible, incapturable e inabarcable. El productor del discurso nunca llega a decirnos qué es o cómo es lo real, sino, solamente, cómo es la realidad; vale decir, cómo es la representación de lo real. El método lacaniano establece tres registros del discurso: un registro real irrepresentable, inaccesible; un registro simbólico como representación hecha por medio del lenguaje y la dimensión de la cultura y; un registro imaginario donde están atrapadas las imágenes que el productor del discurso hace de sí mismo o de los sujetos a quienes cree representar.
En el capítulo II, Dorian Espezúa aplica el registro de lo real para analizar el discurso indigenista que, desde diversas ópticas, se viene elaborando a través de diferentes discursos producidos desde la época colonial hasta nuestros días, de tal manera que el indigenismo viene a ser algo así como un meta-discurso constituido por componentes tan diversos, distintos y, a veces, contrapuestos. El referente del indigenismo ha sido el indio que tuvo y tiene una existencia real; pero ocurre que lo real es demasiado heterogéneo, amplio y complejo para ser capturado por un discurso. Por lo tanto, en todo este prolongado período de siglos sólo ha sido posible captar un aspecto reducido y diverso de la realidad; pero, de ninguna manera, de lo real. En otras palabras el hombre (indigenista) interpreta lo real a través del lenguaje y, por tanto, lo que transmite no es lo real sino la realidad. La realidad es una construcción elaborada exclusivamente por medio del lenguaje. Por esta razón, el indio presentado por el discurso indigenista es una invención del lenguaje, es un producto del discurso enunciado por alguien que no es indio y que en un afán reivindicador pretende representar la voz y el alma del indio, que necesariamente se constituye en “otro”, en relación al productor del discurso.
El capítulo III aborda el registro de lo simbólico del discurso indigenista. La simbolización es la representación de lo real (el indio) a través de la palabra. Pero, Espezúa se pregunta ¿Quién es el productor del discurso indigenista? Es decir, ¿quiénes son los que simbolizan lo real a través del lenguaje? A fin de cuentas, el discurso indigenista es enunciado por alguien o algunos que no son indios (obviamente indigenistas); para que el indio que es el “otro” crea que es su propia voz y su propia alma y para que el “OTRO”, que es el poseedor de la verdad y el poder (la crítica literaria) lo reconozca como portador de la esencia del indio. Sin embargo, como cada discurso parcial acerca del indio depende de la actitud, de la cultura y la dimensión ideológica del enunciador, nunca puede saberse de modo adsoluto cuál discurso es verdadero o se acerca más a lo real, siendo que no han sido pronunciados por los propios indios. El indigenista es sin lugar a dudas un mestizo o criollo que mira lo indio desde diversas perspectivas; es un sujeto culturalmente occidentalizado o por lo menos transculturizado. No debe discutirse, por tanto si un discurso es verdadero o no, porque no está reflejando lo real, ya que la verdad y la falsedad son cualidades de la realidad y no de lo real. Pero, es indudable que el discurso indigenista busca el reconocimiento de valores negados (identidad) por la cultura occidental. Pero, el problema de la identidad corresponde a aquellos que no tienen identidad; no es un problema de los que saben qué son. Por tanto, el indigenismo vendría a ser una impostura; es más, una suplantación y apoderamiento de lo que corresponde “al otro” que es el indio.
El capítulo IV aborda el registro de lo imaginario en el discurso indigenista, que está constituido por la imagen que el indigenista ha creado acerca del sujeto de la enunciación que es el indio. Lo imaginario responde a una identificación ideal, por lo que el indio de los indigenistas es una imagen virtual de aquél. El indigenista se identifica con la imagen ideal del indio en tanto es diferente a él y asume su expresión en la medida en que no puede expresarse como él. En conclusión es el indio lo que les falta a los indigenistas, o por lo menos a una gran mayoría de indigenistas. Vale decir, les falta el manejo de su cosmovisión, de su aparato simbólico, de su concepción de lo real, de su “otro” cultural. No nos olvidemos que cada cultura construye una forma de racionalidad, es decir, una forma de conceptuar el mundo y de representarlo a través de su lengua. Cada lengua construye el mundo, la realidad, de acuerdo a su propia idiosincrasia; por tanto pretender captar la realidad con otra lengua es una empresa imposible. Siempre habrá distorsiones, desviaciones y descarríos, como ha sucedido con el discurso indigenista. Por eso, la expresión del alma y la voz del indio debe hacerse a través de su propia lengua.
CAPÍTULO V: ANÁLISIS DE HUK DUKTURKUNAMAN QAYAY O “LLAMADO A ALGUNOS DOCTORES” de José María Arguedas:
Arguedas, por las circunstancias especiales de su niñez y de su vida trágica, está considerado por la crítica, como el escritor que mejor refleja el mundo andino. En su poesía sintió la necesidad de expresar en quechua aquello que no tenía referentes en occidente, por una necesidad de ser un indio con su propia lengua y no un indio que se exprese en castellano. No se olvide que toda su poesía, primero la escribió en la lengua que controlaba mejor, el quechua y; luego la tradujo al español. Si bien es cierto que mucha de su narrativa la escribió en castellano no se ignora los enormes conflictos que tuvo con el lenguaje para adecuar el castellano a lo suyo. Arguedas, en el análisis de Espezúa aparece como un escritor atrapado entre dos lenguas y dos culturas que configuran dos formas de pensar y de vivir. Él no era indio, pero había logrado la aceptación de representatividad de parte de este sector de la población peruana. Para coronar su obra necesitaba ser reconocido por la crítica como el escritor que representaba a los nuevos indios; no a la imagen virtual que los indigenistas anteriores habían logrado presentar, sino a una realidad distinta, cambiante, transformada en un proceso de quinientos años. En efecto, fue reconocido como padre de los nuevos indios; fue y es un patriarca que profetiza que la única salida para el indio como esencia de la nación es el mestizaje racial, étnico, cultural y lingüístico. Por eso en el poema “Llamado a algunos doctores”, que es un anatema contra el discurso universitario, contra el discurso académico que supuestamente es poseedor de la verdad y el poder, plantea una demanda de reconocimiento, un llamado de atención a la miopía de los “doctores”, que pudiendo, no quieren ver las virtudes de la sabiduría indígena. En el mismo poema escrito en quechua y traducido al castellano, se puede advertir su tesis respecto al futuro de “lo indio” como un proceso de articulación de elementos culturales en conflicto; vale decir, el mestizaje.
CAPÍTULO VI: ANÁLISIS DEL POEMA EE de EFRAÍN MIRANDA.
De acuerdo al análisis que realiza Dorian Espezúa, en este poema se observa que Efraín Miranda es un indigenista mestizo cultural, racial y étnico, que reclama ser el “otro”, vale decir, un indio. Sin embargo escribe en un castellano estándar y definitivamente castizo; quiere decir esto que se apropia de la letra para plasmar un discurso aparentemente indígena. Miranda parece decirnos que el único capaz de expresar lo indígena es él y, para este reconocimiento apela a la Madretierra; pero, Espezúa plantea dos preguntas ¿Por qué Miranda demanda el reconocimiento como indio? ¿No es suficiente saberse indio? En el poema aludido, no acepta que lo llamen cholo, o sea, no acepta que lo llamen mestizo. Siendo él mismo un mestizo, recusa el mestizaje y cree más bien en la pureza del indio. Por tanto es productor de un discurso indigenista racista y reduccionista en tanto margina al elemento occidental a pesar de utilizar el lenguaje del “otro”. El discurso mirandiano es una impostura en relación al indio, porque tiene este carácter suplantador y, se configura como una identificación con la imagen virtual de lo real: el indio. Pero, otra cosa es el gran valor de su actitud como mestizo hacia lo indio, que Espezúa meritúa y que nadie puede negarlo. Y es en esta dimensión que queremos y apreciamos a Efraín Miranda. Al indio no le es desfavorable tener amigos entre los mestizos o entre los que son de la cultura criollo-occidental.
CAPÍTULO VII: ANÁLISIS DE “HOMILÍA DEL QORI CHALLWA” DE GAMALIEL CHURATA.
La posición de Churata es parecida a la de Arguedas, en la medida en que ambos reconocen el surgimiento de una nueva cultura amalgamadora de lo indio y de lo occidental. Churata sostenía que la literatura india debía escribirse en indio kuiko, lo cual significaría tres posibilidades: 1)Escribir en idioma quechua o aymara; 2) escribir en castellano híbrido o castellano andino; 3) escribir en castellano, quechua, aymara, latín, etc, para reflejar el carácter multicultural y plurilingüe del país. El discurso indígena tiene que hacerse en indio, pero, como no existe este discurso todavía queda en la oralidad. En el fondo Churata es un escritor indigenista que reclama una literatura indígena a partir del uso de la lengua nativa. Es un indigenista que rechaza el discurso de los indigenistas incluyendo el suyo, por no usar la lengua y la cultura de los indios. Nunca se reclamó indio y, más bien, tuvo la honestidad de llamarse sólo indigenista.
Como verá el lector, Dorian Espezúa nos proporciona nuevas luces para hurgar en el indigenismo y, más aún, en el discurso indigenista que no ha muerto y que, por el contrario, existirá mientras exista un rastro o vestigio que se conecte con lo indio. Por otra parte, el propósito de este ensayo no es establecer ninguna verdad como cierta, sino simplemente sugerir posibles sentidos y acercamientos al registro de lo real: el indio, que como se ha dicho es inexpresable, inasible, inabarcable, en tanto el discurso sólo puede atrapar parcialmente la realidad.
Al final de su trabajo Espezúa se plantea una pregunta ¿por qué buscamos un indio? Las respuestas pueden ser variadas y quizá hasta contradictorias. Yo contesto con una metáfora: Porque somos como un árbol grande y frondoso que necesita raíces fuertes para tomar los nutrientes que nos brinda la Madre Tierra. Algo más: Aun sabiendo que somos una sociedad mestiza o andina, buscamos un indio porque tenemos la seguridad de que él es el elemento ideal y simbólico sobre el cual se está construyendo la nación y el sentimiento de la nacionalidad.
Puno, noviembre del 2000.
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